lunes, abril 23, 2007

¿Hogar, dulce hogar?

Nos echan de nuestra casa.

Bueno, es algo que tenía que pasar. En una ciudad como Barcelona, en la que hay gente que alquila “lofts” de 45 metros cuadrados por 800 euros (vi uno, solo por curiosidad y por ver la cara del que lo enseñaba, la semana pasada), un piso agradable, con terraza y dos habitaciones grandes por 700 euros no podía durar eternamente.

Hay varias cosas de la maniobra que me molestan, de todas formas:

En dos años y medio, desde que se alquiló este piso, los precios del alquiler se han más que duplicado en esta ciudad (la botiga més gran del món), es decir, que llevamos dos meses buscando pisos y cualquier cosa remotamente parecida al que tenemos ahora, cuesta entre 1200 y 1300 euros. Alegría, alegría, que aquí el dinero lo regalan.

Otra cosa que me molesta es, claro, que nos echan del piso porque lo ha comprado una empresa que reforma y vende pisos después de adaptarlos al mercado de lujo, es decir, que compran mi piso por 100, le dan una mano de pintura, ponen buzones y cubren el precioso suelo de baldosas con parquet de imitación, y lo venden por 250. Como ya sabéis, el trabajo dignifica, y menos mal que esta gente no sabe lo que es la dignidad ni les interesa, porque trabajar, lo que es trabajar, más bien poco.

En cualquier caso, lo que más me saca de quicio no tiene que ver con el dinero o con el precio de los pisos. Lo que más me jode es que me gusta mi piso. Es bonito y lo tenemos arreglado. Conozco a todos los vecinos y salgo a la terraza a desayunar y me los encuentro en su jardincito. Me gusta comer y justo debajo de casa hay un restaurante segoviano en el que hacen unos bistecs que no se los salta un gitano. Me gusta andar y voy caminando hasta el centro o paseo por la diagonal tan a gusto casi todas las mañanas. Sí, me gusta mucho, y me jode tener que irme porque en este país solo se contemple el concepto de “hogar”, es decir, de lugar de residencia permanente en el que se tienen raíces y con el que se han establecido relaciones sentimentales duraderas, en caso de propiedad absoluta. O sea, que solo tienes un hogar si lo has comprado, la gente que vive de alquiler no vive en un hogar, sino en un espacio temporal sin valor alguno más allá del precio por metro cuadrado. Puedes pasar 20 años alquilado en un piso, que tus vecinos sean amigos, que hayas criado a tus hijos en esa casa, y para el Estado seguirá sin ser un hogar y, por tanto, sin merecer protección. La única protección para esto, como para muchas otras cosas, es el dinero. Cómprate la casa. Cómprate a los niños a base de playstations y discos de Bisbal. Cómprate un estatus conduciendo un cochazo de gama alta tan aparatoso como absurdamente caro. Cómprate la felicidad a base de prozac, sofrinor, orfidal, vuprex y rohipnol. Cómprate confianza en ti mismo a base de bisturí y de corporaciones dermoestéticas.

Luego muérete y que el Estado o algún hijo malcriado y con un gusto músical penoso arramble con todo.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gustaría tener palabras para explicar lo que siento por lo que os ha pasado, pero no me salen.Y casi mejor, oye.
Qué asco.

macorina dijo...

Siento mucho lo de tu casa. Es terrible lo que cuentas. ¿Cómo se las arregla la gente para vivir? No lo entiendo.

TheStooge dijo...

Vivimos en un pais de timadores de medio pelo. Nos han convencido de que la única forma digna de vivir es siendo propietario, cosa realmente absurda, pero que curiosamente les va que ni pintado a los que viven de comprar y vender hogares (hogares, que no casas).

Anónimo dijo...

Lo siento.
Ya que se supone que lo que hay que hacer es comprarse una casa, que lo pongan más fácil, que se supone que todos tenemos derecho a una vivienda digna, pero no dicen como pagarla.