domingo, mayo 22, 2005

Auorgh!

“El acto surrealista más simple consiste en salir a la calle empuñando un revólver y dispararlo al azar sobre la muchedumbre. El que no haya sentido la tentación de terminar en esta forma con el mísero sistema de envilecimiento y cretinización vigente, tiene un sitio entre esa muchedumbre y su barriga se encuentra en el punto de mira de este revólver” A.Breton
Extraído del Aurogh! Número 1 o 2, no estoy seguro.
Anarco-surrealismo o muerte! Y si me tienen que matar, que sea un policía alcohólico y más bien guapo, de métodos poco ortodoxos y al que llamen para los casos más difíciles.

jueves, mayo 19, 2005

Pócima

Doce, doce nada más y nada menos, hombres cruzaron aquella noche el umbral de su puerta. Entraban, compraban el liquido amarillento servido en pequeños tarros cerrados con un tapón de corcho, charlaban unos instantes de algo insustancial, y se iban apresuradamente.
En los frascos el líquido, espeso, apenas se movía cuando ella lo sacaba de alguno de los pequeños armarios de su despensa. Abría la puerta de madera, recubierta de un halo de misterio desde que la leyenda empezó a revolotear por el pueblo, encendía la luz de la única bombilla del cuartito tirando de un hilo, y entraba cerrando la puerta tras de sí para que los hombres quedaran a la espera, solos, en el salón.
Cuando los clientes salían, dispuestos satisfacer sus bajas necesidades, quizás con su mujer, quizás con otra, ella se quedaba sola en el salón, sentada, sonriente. No recordaba el momento exacto en el que se le ocurrió empezar la historia. Sí recuerda que fue fácil y que en pocas semanas ya llegó el primero, vacilante e inseguro, a preguntar si era cierto aquello que decían de su brebaje. Ella, claro, contestó que sí. Él compró, claro. Y en pocos meses cada noche llegaban muchos, ocho, diez, doce, y compraban y se iban, y volvían otro día, y otro. Y a ella las mujeres la miraban por la calle y la señalaban con el dedo.
Y en el brebaje solo había agua y miel.