El lenguaje es, evidentemente, el enemigo del hombre. El Enemigo; el primero y más terrible, el más rastrero y vil y traicionero y lleno de odio. El que no perdona y nunca está saciado. El que saquea los pueblos y no hace prisioneros.
Darse cuenta de ello es dar un paso hacia el abismo, sí, pero también apartarse un paso de esa llanura árida y vacía que es la ignorante rutina de los conformes.
Ahí queda eso.
viernes, agosto 05, 2005
Suscribirse a:
Entradas (Atom)